Mi padre comenzó esta compañía desde cero, con nada más que su voluntad... o al menos eso dice. Lo que sí sé es que todo esto ya existía cuando yo llegué. Cuando él lo cuenta, suena a una aventura casi mágica, algo épico: cómo de la nada de pronto él creó un algo que se convirtió en el todo que conocemos hoy.
Al principio éramos pocos empleados, mi padre y sus hijos, un negocio familiar. Todos mis hermanos estaban contentos trabajando, pero creo que yo era quien más motivación tenía, porque no solo estaba interesado en cumplir con mi objetivo, yo quería aportar más, yo tenía ideas, tenía visión a futuro, yo quería apoyar a mi padre a dirigir la empresa y convertirla en el imperio que vislumbraba... pero él no estuvo de acuerdo, y tomó mis propuestas como una ofensa a su liderazgo y un ataque a su puesto, así que me despidió, mejor dicho, hizo que uno de mis hermanos me notificara de mi despido y me acompañara hasta la puerta de salida.
Y, no sé si para apoyarme porque se sentía culpable o para humillarme porque fuera demasiado condescendiente, creó una microempresa para que tuviera un modo de subsistir. Y como una muestra más de su generosidad y benevolencia, permitió que todos los empleados que él despidiera se unieran a mi empresa, así estaríamos todos los traidores juntos, pudriéndonos en el mismo hoyo.
Poco tiempo después, empezó a invertir en inmobiliario, equipos, herramientas, y al final también empleados. ... pero pasó un breve lapso antes de que mi padre empezara a cambiar: se volvió más hosco, más recluído, creando más reglas y más castigos para sus empleados, demandando obediencia ciega e insistiendo en que debían estarle agradecidos por la oportunidad que él les brindaba de trabajar en su empresa, por el empleo que él les dio, porque todo lo que tenían lo habían conseguido gracias a él. Y la gente, tal vez por lealtad, por miedo, o incluso por fe, lo seguía y lo apoyaba.
Supe que él mantenía oculta toda la información de la empresa: los planes, los objetivos, los estados financieros, los bienes, incluso hasta los códigos de ética y conducta, y no permitía a nadie que tuviera acceso a ellos; por supuesto tampoco había ascensos o crecimientos, pues se esperaba que los empleados estuvieran satisfechos con el nivel de vida que les proveía su puesto, sin saber a qué podían aspirar... sin saber que podían aspirar... Así que empecé con una campaña de concientización, les dije a los empleados que pidieran información, que preguntaran, que buscaran saber; cuando lograron obtener el conocimiento de lo que ocurría en realidad, mi padre los castigó severamente, les quitó los "privilegios" que tenían, los hizo trabajar horas extra y a marchas forzadas, los hizo pagar con sudor y sangre su falta, y exigía grandes sacrificios en nombre de la empresa solo para probar su compromiso y lealtad hacia él, para mantener su empleo.
A partir de ese día, anunció que todos los empleados, incluso los que ingresaran en el futuro, serían tratados como culpables, y deberían probar su valía, implorar misericordia y estar eternamente agradecidos de la magnificencia de mi padre hacia con ellos, la cual no merecían. Y no solo estaría prohibido actuar de forma diferente a los estatutos, incluso el pensar diferente se consideraba una falta gravísima, aunque a nadie dañara, aunque fuera para bien.
Muchos de los empleados, e incluso algunos de mis hermanos, han venido a trabajar en mi empresa, otros simplemente llegaron aquí cuando mi padre ya no los quería con él, y yo los esperé desde el primer día, y recibo a cada uno con los brazos abiertos. Intento que aquí todo sea claro: se requiere de un enorme sufrimiento para lograr lo esperado, no tenemos todas las "comodidades" que ofrece la empresa de mi padre, como los himnos de equipo, la tranquilidad de pertenecer a una empresa tan grande y poderosa, presumiblemente estable, y con un líder que te permitirá continuar tu trabajo siempre que hagas exactamente todo lo que él te dice, cuando lo dice y como lo dice. En mi empresa yo no tengo un plan de retiro tan maravilloso como el que él ofrece a sus empleados, del cual nadie sabe siquiera si existe, yo solo puedo ofrecer la libertad: la libertad de ser quien eres, de hacer lo que quieres, de llegar a donde quieres, la libertad que da el saber dónde trabajas, para qué trabajas y qué pasa con lo que trabajas, la libertad de aspirar a más. Él te ofrece un futuro esplendido a cambio de que esclavices cada uno de los instantes de tu vida laboral; yo solo te ofrezco el hoy... y mañana, Dios dirá.
20111223
20101028
Efraín García Dueñas
Dueñitas comió, bebió,
Cantó, bailó, jugó y amó,
Y también sabía
Cómo matar a un cabrón.
Por más de 85 años
Sin importar cuánto intentó
La Parca nunca pudo
Llevarse al Mayor.
La Flaca se presentó: “Es la hora,
Ya ni hablas, a mí no me mientes”
Contestó: “Hablo, y te saludo:
¡Huevos días!, ¿camote sientes?”
Otra ocasión, la huesuda dijo:
“Te toca, métete al estuche”,
Él respondió: “Chingue usted a su madre,
Ahora tráigame dos de buche”
Varias veces quizo
La Calaca tocarle su canción,
Pero estaba ocupado cantando
“La Flota de los borrachos” o la del soldado de Napoleón.
Incluso cuando andaba entre los balazos,
O después de las varias cirugías al corazón.
El viejo era duro,
como clavo de ataúd,
Conoció hijos, nietos, bisnietos,
y todavía derrochaba salud.
Cuando llegaba La Muerte enojada,
Marcando el momento puntual de su cita,
Dueñas le decía: “ha sido muy bueno,
Pero muy escaso, ahora tráeme una pancita”
Durante 85 años y poquito,
como Lindo Pulgoso Se rió de La Calavera,
Y cuando se cansó de este mundo y su loquera,
Dijo: “Apúrate, Cara de Cera,
Del otro lado hay un cognaquito,
que lo veo muy solito,
¡y parece que me espera!”
En sueños se despidió del mundo
Dejando muchísimos buenos recuerdos,
Y desde allá La Tía nos dice:
“¡Da mucha lata, mejor se los regreso!”
Cantó, bailó, jugó y amó,
Y también sabía
Cómo matar a un cabrón.
Por más de 85 años
Sin importar cuánto intentó
La Parca nunca pudo
Llevarse al Mayor.
La Flaca se presentó: “Es la hora,
Ya ni hablas, a mí no me mientes”
Contestó: “Hablo, y te saludo:
¡Huevos días!, ¿camote sientes?”
Otra ocasión, la huesuda dijo:
“Te toca, métete al estuche”,
Él respondió: “Chingue usted a su madre,
Ahora tráigame dos de buche”
Varias veces quizo
La Calaca tocarle su canción,
Pero estaba ocupado cantando
“La Flota de los borrachos” o la del soldado de Napoleón.
Incluso cuando andaba entre los balazos,
O después de las varias cirugías al corazón.
El viejo era duro,
como clavo de ataúd,
Conoció hijos, nietos, bisnietos,
y todavía derrochaba salud.
Cuando llegaba La Muerte enojada,
Marcando el momento puntual de su cita,
Dueñas le decía: “ha sido muy bueno,
Pero muy escaso, ahora tráeme una pancita”
Durante 85 años y poquito,
como Lindo Pulgoso Se rió de La Calavera,
Y cuando se cansó de este mundo y su loquera,
Dijo: “Apúrate, Cara de Cera,
Del otro lado hay un cognaquito,
que lo veo muy solito,
¡y parece que me espera!”
En sueños se despidió del mundo
Dejando muchísimos buenos recuerdos,
Y desde allá La Tía nos dice:
“¡Da mucha lata, mejor se los regreso!”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)